sábado, 26 de enero de 2008

Dueño del rincón sin dueño

No he querido ver el hueco, la pared blanca donde hasta hoy se recortaba imponente nuestro viejo piano. El de la pianola intacta, el de cola invertida, el de la madera oscura y labrada como una pequeña joya de artesanía. Macizo, superviviente de dos siglos. Americano, clásico y sandonguero.

Primero fue un juguete para mis hermanos y para mí. Después, el teclado duro que nos obligaba a percutir de distinta forma mientras hacíamos escalas y arpegios, como si fuésemos trepando por los pentagramas hasta darle sentido al fraseo de Bach, a los divertimentos de Mozart, a los acordes melancólicos de Chopin.

No he querido bajar a despedirme, a posar por última vez mis manos en sus teclas blancas y negras, sus sostenidos y sus bemoles. A dejar resonar los graves por la galería como si fuesen una amenaza. A perderme por los agudos como si fuesen el remanso de las aguas del Lago de Como. A sostener en el aire los sonidos mágicos de sus cuerdas antiguas pisando un pedal como si fuese el embrague y el acelerador de un punto hacia el infinito.

Hoy ha salido de casa y con él un pedazo de mi alma escondido en sus entresijos de madera y cristal; cosido a sus engranajes, solfeando ausencias. Sumando horas de estudio y acompañamiento, las primeras audiciones de las composiciones de mi hermano o las improvisaciones que rompían el silencio de las noches de verano en sociedad declarada con violonchelo, flauta de pico y violines.

No he querido ver el rincón vacío donde volqué notaciones y sentimientos, las lágrimas de los primeros amores que me bebía mientras machacaba las lecciones del día siguiente y procuraba mantener la digitación que hace muchos años que perdí.

No he querido saber que se lo llevaban, por mucho que vayan a mimarlo, y creo que mañana pasaré con los ojos cerrados para soñar que sigue junto a la puerta. Para verme consumiendo la niñez entre trinos y mordentes. Para cantar en voz baja las partituras de mis entrañas.
En vez de ello, he echado mano de esta foto. Y me he despedido sin querer recordándolo así: como una mancha oscura en la pared, enmarcado en la centenaria cerámica de Olivares, sosteniendo los viejos tarros de las boticas, abierto siempre a la magia de la música. Mudo, impasible, guardián de mis sueños. Dueño siempre de ese rincón sin dueño.

11 comentarios:

Kinush dijo...

jooo Berrendita que pena no? es un piano precioso y la de historias que tiene.
Además este instrumento (como casi todos, pero el piano tal vez más) tiene algo especial, es como una presencia de un ser vivo, que respira que nos habla con el lenguaje único y universal de la música y de los silencios. No tenemos más que ver la película “el Piano” de Jane Campion, todas las escenas de esa peli son bellas pero la de cuando Ada se ata la pierna a la cuerda que amarra al piano y caen los dos al mar es impresionante y cargada de un hondo sentimiento y reflexión, para darnos cuenta de el amor que se le puede tener a este bello y romántico instrumento.
Seguro que más de uno opinará que es una tontería el pensar así sobre un instrumento, pero a mi me ha pasado muchas veces, sobre todo quiero destacar una vez que entré (cuando era un crío) en una casa abandonada y en el salón había un piano muy antiguo con candelabros y todo, una autentica joya, nos quedamos todos los niños admirados y en silencio mirando aquel instrumento que sin palabras nos hablaba y nos pedía respeto. Aquel bello piano unos chicos gamberros lo quemaron, para mí fue un trauma ver aquel instrumento quemado, muerto, en soledad… ahora entiendo que aquello que nos habló el piano sin palabras fue pidiendo auxilio. Desde entonces he soñado con casas abandonadas con un piano.

Un beso.

M@r@ dijo...

Es precioso el piano,seguro que pasará a mejor vida,y junto a el los demás pianos tocaran magnificas melodías.

Bss Berrendita


**Soñadora**

PD:Un placer entrar aqui otra vez

Lola dijo...

Berrendita, vaya cinematográfico y fotogénico el rincón de tu piano. Supongo que hay objetos, siempre, que nos evocan estas sensaciones. Muchas horas se adivinan de música y acordes sobre sus teclas.
Jo, qué nostalgia la del piano.

Skunky dijo...

Berrenda...

Quédate con los buenos recuerdos... siempre...

Mil besos,

Ana

selom dijo...

Noción de una canción

Cantar de cantares,
en un silencio ancestral,
cantar de juglares,
En un espejo de cristal.

Marionetas de cartón,
bailan al pequeño son,
de esta peculiar canción,
Que sale de mi corazón.

Silbidos de nenes,
pequeños e infames,
como solitario perro,
q ladra con esmero.

Bailemos con gran sazón,
el ritmo de esta canción,
saca tus miedos,
De tu pequeño cajón.

Grita y salta,
como los bufones,
bebe whisky de malta,
Y rompe los melones.

Esta fiesta es para todos,
invitaciones armoniosas,
para contrabandistas osados,
Para chicas hermosas.

Esta es mi dulce melodía,
cantar de cantares,
caminos de gloria,
Senderos de grandes mares.


Esta canción se la dedico a ese piano que tantos años ha permanecido junto a ti, yo tambien tengo un piano muy antiguo... y realmente se les coge mucho cariño.

Saludos

Ana Pedrero dijo...

Kinush: la verdad es que sí. Entiendo a Ada cuando se ata la pierna, porque ayer yo me hubiese atado al piano para que no saliese de esta casa. A fin de cuentas, y tú lo sabes, los instrumentos no son sino una prolongación de nosotros mismos. Pedazo de peliculón; también yo toqué sobre ese teclado blanco que ya no es mío esa melodía preciosa del gran e inigualable Michael Nyman. Un besazo, wapo!! :)

Mara!!: un placer leerte por aquí. Y sí, la verdad es que sé que va a parar a las mejores manos. Pero eso no quita para que yo sienta que me han robado un pedazo de historia, un pedazo de alma. Más besos, soñadora. :)

Lola: tómatelo con alegría. Con la nostalgia no vamos a ninguna parte y tenemos muchos sueños que fabricar. Mil besos. :)

Skunkita: siempre lo hago. Siempre. Porque procuro guardarme para mí lo mejor que me brinda la vida. Como los sueños, como esta fábrica, como el sonido afinado en si bemol (medio tono bajo) de ese piano. Como nestro Cái. Como tu sonrisa. Un abrazo de los que duelen de fuertotes. Te queremos. :)

Fax: genial tu noción de una canción. Algún día le cantaremos a algún piano recién nacido esa nana. En Zamora, en Martos, en Salamora o donde sea. Otros mil besos. :)

Javier Alcina dijo...

Vaya Berrendita, qué penita!
Recuérdalo como parte de tu vida.
Un beso.

Concha Pelayo/ AICA (de la Asociación Internacional de Críticos de Arte) dijo...

Dejamos muchas cosas por el camino. Cosas que nos acariciaron los sentidos, uno a uno, como ahora ese hermoso piano que abandona su rincón y tú, te estremeces ante su ausencia.

La vida nos da y nos quita al mismo tiempo y debemos aprender que saber renunciar es, a veces, la mejor opción para que la extrañeza no nos venza ni se apodere de nuestra libertad, porque no hay mejor libertad que aquella que nos libera absolutamente.

Besos princesa.

Donce dijo...

Nostalgia de amores, humores, olores, lugares, compañeros de vida
Nostalgia de infancia,
de muñecas perdidas, de juguetes rotos
Nostalgias de viejos y
de viejos pianos....

La música está en ti, lo demás son sólo acompañamientos.

Ana Pedrero dijo...

Javier: bienvenido a la fábrica!! Es un lujo poder fabricar sueños bajo la mirada de un soñador profesional como tú. :)

Concha: claro que sì!!. La vida nos va enseñando a saber renunciar, a saber desatarnos de los lazos que nos unen como una condena a las cosas, a los lugares, a las personas. Yo estoy aprendiendo aún, pero... joder, como cuesta!!. UN beso, reina.

Marisiña: está en nosotros. Ahora sólo falta que escuches tu propia música y levantes otra fábrica de cachivaches. Es un placer leerte.

Gracias a todos por vuestros comentarios.

Unknown dijo...

Berrendita, comparto con Lola el toque cinematográfico que tiene este rincón de tu piano... y comparto tu pena y lágrimas ante su ausencia porque yo también soy muy de "mis cosas" y de "mis recuerdos"...pero bueno, si te sirve de ánimo te diré que esos buenos recuerdos que tienes...nunca nadie se les podrá llevar como se llevaron tú piano.
Ánimo.