lunes, 29 de diciembre de 2008

Héroes del día día

(A Montse, con todo mi amor)

Esta madrugada, rozando las cinco de la mañana, se nos moría mi prima Montse, después de hacerle frente a un cáncer de pulmón que la ha devorado por dentro como una hoguera. La recordaré siempre con el cigarrillo en los labios y la sonrisa en la boca hasta el último día.

Esta madrugada cerraba los ojos, esos ojos insultantemente verdes, y descansaba por fin, después de una lucha a brazo partido por sobrevivir, incluso en las situaciones más adversas, incluso cuando relegada a una silla de ruedas miraba al futuro sin miedo y contaba los días para resucitar un poco y verse bien. Algún día os hablaré de ella más despacio. De su valentía, de su coraje, de su energía envidiable, de su ejemplo, de su inmensa lección de vida mientras la muerte le rondaba de forma tan prematurs el colchón. Algún día redactaré en su memoria versos de amor y esperanza.

Pero hoy, por encima de las lágrimas, por encima de la rabia, por encima del dolor, quiero recordarla desde la admiración y la alegría. Porque ella ha sido nuestra heroína en estos meses, sosteniendo en su cuerpo cada vez más frágil la sonrisa de todos, alimentando sin pausa la cosecha de amor inmenso que deja esparcida entre nosotros.

Ella, y los que son como ella, son nuestros héroes del día a día. Héroes desde el silencio, soldados a pecho descubierto contra la enfermedad.

Vuela en paz, Montse querida. Alcanza a sonreirnos a todos desde lo alto. Y descansa, por fin.

domingo, 28 de diciembre de 2008

Navidad

Llegué a Salamanca el día de Navidad a las cuatro de la tarde mientras la casa que me vio nacer se hacía pequeñita y quedaba lo suficientemente lejos para no verla en el retrovisor. Las calles estaban desiertas, como si se tratase de una película futurista en que la humanidad queda arrasada y solo tú eres el superviviente. Nadie, absolutamente nadie, rompía la paz del mediodía. La gente festejaba en la mesa la venida del Dios Niño y el sol brillaba como la Estrella de Oriente posada sobre el día, calentando un poquito mi alma.

Colgada al hombro, la neverita con un túper con lombarda y redondo que había cocinado mi madre la noche anterior. El mismo menú que estaría comiendo mi familia mientras yo caminaba por calles sin vida y le sonreía al silencio que rompían mis pasos por las aceras. El mismo menú que presidía los manteles de mi abuela cuando éramos niños y el inmenso abrazo de nuestros mayores nos protegía del mundo.

Cuando llegué a casa, a este torreón de cristal y piedra donde consumo las noches sin detenerme a mirar el pasado, calenté la comida y me fui a currar como si fuese un día más entre los días.

Lo bueno de la soledad es que, cuando convives con ella, llega un punto en el que deja de darte miedo.

domingo, 21 de diciembre de 2008

Mi corazón es mío

Hace unos días, un amigo me decía que una vez que entregas el corazón, deja de ser tuyo. Yo le dí la razón pensando en mis latidos sin concierto.
Pero si mi corazón ya no es mío, ¿por qué a veces me duele tanto?

jueves, 11 de diciembre de 2008

Derechos escritos en renglones torcidos

Hace poco menos de una hora arrancábamos una hoja en el calendario y dejábamos atrás el Día de los Derechos Humanos. Siempre he pensado que marcar en rojo una fecha en la agenda tiene más de reivindicación que de festivo. Y en este caso es así. Ojalá llegue el día en que nos toque recordarnos que todos, absolutamente todos, somos iguales. Por la libertad. Por la justicia. Por la vida.

(Ahí os va la de hoy). Besos.

Derechos escritos en renglones torcidos.

jueves, 4 de diciembre de 2008

El Cristo en el que creo



Hace años, desenclavé a Cristo de la Cruz y lo puse a caminar. Quizá por eso una pared en la que un Crucifijo no hace sombra no tiene nada que ver con el Cristo vivo que me acompaña. El que anduvo en la mar. (De Cái, por supuesto). Ahí os la dejo.

Cruz sin sombra en las paredes

(Foto: Gabriel Alonso)