El viernes, cuando volvía a casa, ya de madrugada, cerré los ojos y apreté los puños, como los niños pequeños cuando desean algo fervientemente.
Subía por la cuesta que conduce a mi casa, atrapada entre la luz dorada que se refleja en las piedras taciturnas. Subía desenganchándome del bullicio de cada fin de semana, de la algarabía estudiantil tomando las calles por asalto. De las sonrisas que congela en azul el neón. De los hielos que cortan la garganta como filos de navajas.
El viernes, cuando volvía a casa por la cuesta del silencio, cerré los ojos. Y apreté los puños. Quería escuchar una vez más el mar rompiéndose bajo mi ventana, igual que se rompía aquellas madrugadas en que yo escribía y salía a descifrar la luna grabando en plata su nombre sobre las aguas.
Cerré los ojos. Quería, necesitaba escuchar el mar.
(Te echo de menos, Tacita)
domingo, 16 de noviembre de 2008
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20 comentarios:
La verdad es que... yo hoy necesitaría escuchar el mar.
Pero no es posible.
Muas!
Te entiendo, Berrendita, y estoy contigo.
A la mar hay que escucharla... hay que oír el rumor de sus olas rompiendo sobre las rocas y lamiendo la arena rubia de nuestras playas de Cái.
Hay que escuharla con atención, que relaja y que da vida. Y contemplarla y ver cómo llega cada ola a la orilla, deshaciéndose tras romper con bravura en espuma blanca hasta llegar mansamente a tus pies descalzos...
Espero con ansiedad el puente sin ojos de diciembre para disfrutar de la mar de nuestras playas de Cái... ¿te apuntas?
Un abrazo. La contemplaré por ti y me bañaré en ella (pero no quisiera darte envidia...).
Miguel
¡Escuchaste el mar! Silbando entre cipreses cuya sombra se alargó hasta hacer noche del atardecer. Sé que lo escuchaste.
Cordialmente,
Félix
:)
Me has recordado a mí cuando vivía fuera.
Gracias.
Besos y una racha de viento.
yo que soy un bicho de tierra y no veo mas agua que la que viene de la lluvia, vengo de pintar corales en botellas vacías de vino, porque sí, porque quizas se pueda escuchar el mar, aunque me dicen, que no son olas lo que escucho, sino el vacío, chiquito y acuurucado en las paredes de cristal.
No sabes como te entiendo. Tanto, que a veces Salamanca, arropándome con toda su belleza, me parecía un celda de oro sin ventanas.
Sin ventanas al mar.
Berrendita, olvidatee del mundo y vete a Cai, seguro que serás mucho mas feliz. Ya se que es dificil romper con todo, pero quizas merezca la pena.
Te entiendo tambien.
Besos
Salud
El Coronel
Te dejo un poco del mío: ¡te lo regalo!.
Besos.
Es extraño lo de echar de menos el mar. Yo, que soy de secano a más no poder, ahora también echo de menos el mar.
Y sobre todo echo de menos salir a pasear, en cualquier época del año, con las olas de fondo... se te olvida que el mundo existe.
un abrazo... ¡¡ya me cuentas!!
Siento darte envidia pero dentro de unas semanitas yo escucharé ese mar que tu tanto anhelas..Este año si..:D
Por fin descubriré todo lo que escibres y quieres tanto....
Bss wapa
El mar... tan bonito azul y tranquilizador. Tan evocador de pasiones e historias de amor.. ¿cuanto tiempo hace que no oigo tu rumor?.. mas siempre esta en mi cabeza, y si quiero oire su rumor entre las nubes del sueño.
Un beso Berrendita
dios y tantas veces que uno se emociona escuchar las olas del mar hondeando en silencio bajo tus pies, si algunas veces necesitamos fervientemente escuchar los gemidos de olas inquebrantables bajo nuestos rostros.
Saludos
desde villalpando paris y londres lo prometido es deuda aunque he tardado en escribir pero nunca es tarde si la dicha es buena.
como todos necesitan oir el mar y yo que soy de secano no lo necesito tanto solo felicitarte por tu articulo del sabado en tribuna sobre los profesionales comicos , va a llegar el dia en que para andar por la calle los calvos tengan que pedir permiso y otro dia los solteros tendran que pedir permiso por pasear por parajes melancolicos
en fin que desastre de politicos tenemos
A mí sin embargo no me gusta el mar. Me da miedo y me pone triste y casi siempe noto una sensación de frío, extraño, cuando estoy frente a él.
Pero entiendo lo que dices, y si necesitas escucharlo te deseo que lo antes posible vayas en su busca.
La condesa de Estraza
Este fin de semana el mar me dio vida. Lo necesario es que le mucha vida a quien lo necesita...
Maloles: es que hay días en que es imposible escuchar el mar. Incluso estando sentada en sus orillas. Muasmuas.
Guarismo: tú, que sabes lo mucho que le echo de menos, dale un beso de mi parte. Y lo de siempre: recuérdale mi nombre, para que no se le olvide. Un beso.
Félix: escuché voces amigas y contemplé sus rostros. Pero no puede adivinar el mar entre los cipreses, aunque tampoco hubiese cambiado la compañía. Un beso.
Adr: tú siempre vives dentro. Cada uno tenemos una ciudad que nos habita, y tu Cái echaba de menos tus pasos cuando no estabas y la recorrías a golpes de latidos. Gracias. Me quedo con el beso y atrapo esa racha de viento. A ver si es levante y me seca enseguida la colada. Otro beso para ti. :)
Rogelio: bienvenido, ante todo. ¡¡Qué bonito!! También yo a veces pinto corales en las botellas. Lo mismo somos náufragos en las mismas madrugadas. Un beso.
Darío: a mí me queda una ventana siempre abierta a Cái, siempre abierta al mar: tu sonrisa. Y esa no falla, porque me la subí en la mochila. Te quiero.
Coronel: llegué a Cádiz rompiendo con todo, y después todo rompió conmigo y me devolvió a la tierra, igual que el mar devuelve caracolas a la arena. Gracias, de todas formas, por el consejo. Le confieso que, a pesar de todo, mereció la pena. Un beso.
Manuel: gracias por tu pedacito de mar. Digo yo que algún día tocará escucharlo juntos. Se te echa de menos, amore. Mil besos.
Estrellita: qué te voy a contar, si me prestabas a veces tu mar para recordar el mio.... :). A ver si hablamos y concretamos ese proyecto que te traes entre manos, marinera de tierra adentro. Mil besos, guapa.
Mara: lo sé. Pero no me das envidia. O sólo un poco. Sigo teniendo todos sus seretos escritos en la piel. Por eso los comparto. Mil besos, mi niña.
Ana: pues sí. A mi me encantaba también plomizo y encabritado. Cuando venga al mundo la pequeña Aurora, no olvides enseñarle el mar. Un beso.
Fanny: pues sí. Emoción pura y dura, igual que la que siento cuando lo evoco. Mil besos.
Desde Villalpando, Londres y París: espera, que te extiendo la alfombra roja. Gracias por la reflexión y gracias por leerme, aunque ya sé que juego con ventaja. ;) Encantada de tenerte por aquí. Y eso, que te debo una visita. Un beso. :)
Condesa: por mucho que lo intente, no me la puedo imaginar triste y melancólica, porque el Dios de los payos y el de los gitanos la puso a usted en el mundo para darnos alegría. La quiero, la admiro, y lo sabe. :)
Pilar: bienvenida a la fábrica, acabo de pasear por tu bitácora y aunque aún no te he dejado comentarios, lo haré. Es un placer salir de tapas tan bien acompañada. Y sí, estoy contigo: que el mar le de la vida a quien la necesita. Un beso.
cómo echas de menos tu Cái, eh Berrendita!... yo te entiendo como castellano que soy y que fui al Norte en busca del mar... Yo también necesito ver el mar y escucharle... al menos una vez por semana.
Un saludo!
berrendita.... tenía que llegar. La nostalgia intenta emborronar tu día a día. Tu pasado vuelve en forma de recuerdos. Y vuelve además de la forma más dolorosa.... la más hermosa. Por eso necesitas el susurro del mar, porque aquí no lo tienes. Ni podrás tenerlo nunca. de ahí que ahora, cualquier cosita pequeña, aunque sea un tenderero, te lleva a aquellos días en los que te asomabas a la ventana y escuchabas la grandeza del mar bañado por las luces de la luna...
es la nostalgia, amiga. Y tenía que venir. Déjala que entre. Que se acomode en tu sofá. Que baile contigo un lento. Háblale y dile que se sienta como en su casa. Pero como invitada. Tarde o temprano... tendrá que marcharse.
Te quiero, chiquinina.... Y el sábado... nos tomaremos una caña con la nostalgia. Lloraremos ausencias. Y sonreiremos al mañana, que promete ser bonito...
13
Ricardo: ya lo escribió Alberti....el mar... la mar. ¿Qué coño tendrá el mar? Dichoso tú que lo miras a la cara, al menos, una vez por semana. Un beso.
13: cuando estaba al pie del mar, echaba de menos la roca sólida de mi tierra, la piedra dorada de la tuya. Siempre soñamos con lo que no tenemos. Lo doloroso es sentir que te lo han arrancado y no encontrar la manera de volver a hacerlo tuyo. En cualquier caso, la puerta está abierta para que entre y salga la nostalgia. Tenía que llegar. El sábado la espantamos. Yo también te quiero, amiga. Mil besos.
Cerré mis ojos y lo escuché por un segundo, a pesar mde la distancia... recuerdo la melancolía que siento en las noches cuando estoy en la orilla del mar, sin compañía...
También recuerdo dormirme escuchando el murmullo de las olas, que ro´mpían en la profunda negritud de la madrugada.
No voy seguido a la playa, pero cuando voy, cómo lo disfruto.
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