Existe una poesía de mesas y manteles, un lenguaje oculto de olores y sabores que azotan la memoria y acarician el alma.
Vinieron el viernes desde Cádiz. Mi Cái. Pepe, el maitre de El Faro de Cádiz. Mi Cái. Las papas aliñás para abrir boca. Y el recuerdo de la hora del tapeo estallando en el paladar, empapado en aceite de oliva virgen de color dorado, como los atardeceres junto al castillo de San Sebastián. Como la cúpula que se yergue sobre el Campo del Sur. Y el sabor de las noches de Carnaval a reventar de gentío por las calles de la Viña que conducen a su fachada blanca con farolillos mientras ronronean las olas por Arricruz.
Después las tortitas de camarones, el secreto de la harina de garbanzo y la estopa de los camarones, los mismos que saltan como pequeños insectos en los puestecitos de los mariscadores. El olor marinero de Cádiz. Mi Cái. El aceite en ebullición formando puntillas y filigranas. Mi corazón en ebullición echándote de menos. Mi Cái.
La nostalgia en su punto de cocción. El sabor a sal atlántica de gambas y langostinos, las cabezas como frutos jugosos extraídos de la mar generosa. La estampa de los barquitos faenando en la noche, pululando como una constelación sobre las negrura de las aguas. La luna en lo alto, el olor de las algas, la arena humedecida, el silencio.
Y los mandilones al pie del fogón. Las acedías deshaciéndose como gloria bendita en la boca, el cazón y el adobo llamando los cucuruchitos de papel al pie del mar, esas comidas en solitario en la misma playa bendecidas de comino y oloroso. Mi Cái, que huele a salazón tres veces milenaria.
La alegría dorada de la manzanilla y el fino, el sabor dulce de uva macerada y añeja del Pedro Ximénez, el poso travieso del Barbadillo en la lengua, el pellizco en la garganta. Jerez, Sanlúcar, el Puerto. El beso, el brindis, el latido.
Los sabores de mi Cái, erigida sobre sus sabores. Sazonando, poniendo vida en los manteles extendidos sobre mi alma.
lunes, 26 de noviembre de 2007
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5 comentarios:
Precioso, sí señor. Con todos esos aromas que recuerdo, los que adivino y los que me contagias. Como los ángeles cocineros, los ángeles remolones, los perezosos, los bravíos, los ángeles buenos amigos, los panzones, los listos, los ángeles catadores de fino, los ángeles golfos del carnaval y los arcángeles de la Semana Santa. Barrocos y felices. Pues eso.
Y un beso.
Otra cosa: sobre todo como los ángeles escritores, los ángeles receptores de buenas noticias, los esperanzados y los que desean a los demás más que cordura, arrojo. ¿O son peores toreros los que más se arriman al toro?.
...y las ortiguillas, que son un cashito de océano con sabor a la mar de mi Cái; y las bocas de la Isla, tan blancas, que saben al fango puro de sus esteros; y las cañaillas, que nos prestan su nombre a los que nacimos allí, en la Isla; y el bienmesabe, que no hay cosa más güena; y el tocinillo de cielo con salsa de frambuesa que prepara tu amigo en El Faro, pa terminá el festín...
¡Qué bien escribes, Berrendita! Continúa deleitándonos con tus palabras... y si son sobre Cái, mejó.
Berren: Embajadora de Cái y Salamora. No suena mal, eh?
Qué decir, si sabes que estoy enamorada de tus LETRAS. Además el arte aflora con la nostalgia (a quien lo tiene claro, y a ti arte te sobra, jodía!)
Un beso fuerte, fuerte.
Berrenda...
Todavía recuerdo como si fuera ayer como saboreamos esas gambas rebozadas y esas papas con melva en compañía de Manuela...
El bullicio de aquella barra, el trasiego de platos yendo y viniendo, de risas con aquellos camareros...
El sabor de Cai se percibe perfectamente en los platos de uno de sus más emblemáticos restaurantes... El Faro...
Mil gracias por hacer que mi oxidada memoria viaje en el tiempo...
Muchos besos
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