martes, 16 de octubre de 2007

Otoño

De pronto, me doy cuenta de que ha llegado el otoño en forma de verano tardío. Que ya están cayendo las hojas de los árboles de Valorio como si tuviesen prisa por tapizar el suelo y ser nada; que ya baja el Duero chocolate y crecido de lluvias prematuras. Que echo de menos la luz deslumbrante de Cádiz cuando muere el sol y sólo se atreve a replicar el murmullo de las olas que siempre vienen a besar su arena.


No sé cómo fue el día que señaló su punto de partida en el calendario ni quiero acordarme, pero ayer supe que era otoño. Que no hay flores en los caminos ni polen perezoso en el aire. Que he dejado el verano y los sueños de sus noches hibernando en un ataud de cristal como si fuesen una princesa muerta que nunca mereció un beso para danzar descalza bajo un sol que no quema.



Que nos espera a la vuelta de la esquina el noviembre de difuntos y buñuelos, el olor a castaña y brasa, los cielos empañados de niebla y nostalgia, abrazados a la tristeza. El hielo, los amaneceres de plomo, la soledad de la sábana, el mar que siento tan lejos pero tan mío. La caricia tibia que perdí en una apuesta a cara de perro. La tierra negra en la que quiero mancharme las manos como si fuese tinta.


Que pronto vendrá el frío a aposentarse por los rincones y querré escapar a donde no se me quede el alma tiritando. Que mi bosque se viste de humedades como si fuesen lágrimas destiladas que escapan monte abajo y visten de cristal los zarzales cuando amanece y los pinos que escupen agujas y frutos.


Sé que es otoño porque están encendidas de sangre y olvido amarillo las copas de los álamos antes de vaciarse y quedarse desnudas sin sombras en las que cobijarse. Y mientras sigo caminando y dejo que el tiempo caiga lentamente, como si fuese hojarasca inerte que piso por el camino.


Tan insignificante, tan poca cosa.

3 comentarios:

LUIS SANTOS DE DIOS dijo...

Siempre vi a otoño y primavera como estaciones menores, de transición hacia verano e invierno. Son estaciones discretas que pueden pasar desapercibidas, pero cuando uno fija en ellas su atención, descubre detalles que las hacen únicas. Y esta exclusividad íntima les confiere un valor que siempre será reconocido por gentes sensibles, pintores y poetas, que aprecian los detalles.
Un saludo,
Luis Santos

Ana Pedrero dijo...

A mí siempre me ocurrió alrevés, Luis. La primavera de siempre me ha parecido la estación de la vida, de las flores, de lo que empieza, de lo que despereza después del letargo del invierno. Y el otoño siempre lo ví como un tiempo de recapitulación para volver a los días cortos, a la tenue luz del invierno y al frío.

En cualquier caso, este otoño me está sirviendo para purgarme de las gilipolleces que he hecho en primavera y en verano. Y aunque escuece, nunca viene mal.

Un abrazo.

Kinush dijo...

ayns Berrendita!! que bosque más bonito y aun más en otoño, que es la estación que más amo de las cuatro (que al paso que vamos se van a quedar en dos, lo digo por el cambio climático).
En un poema de Juan Ramón Jiménez dice una frase que le va perita al otoño: "la luz con el tiempo dentro" esa misma luz la tienen las piedras de los monumentos al ser iluminadas por esta luz otoñal, luz que nos hace retroceder en el tiempo a épocas que nosotros no hemos vivido físicamente pero que en nuestra mente están latetes como son el Barroco o el Renacimiento. Ayns!! que pasada!!

un beso chiquilla.