Juan Carlos es uno de los obreros de esta fábrica, vecino de abajo en la casa de nuestra Pasión que nos construyó Javito, y artista por lo oficial, con sede permanente en el Museo de la Catedral, donde se esconden los tesoros más bonitos, los más sagrados. El silencio de siglos, el reposo de los sillares, el lamento de las campanas, la luz blanca del claustro, las oraciones que no cesan, los susurros de miles de voces. Pertenece a los "Mora" de nuestra Salamora, de los que aún no he hablado en esta ventanita, quizá por la pereza que últimamente siempre me acompaña.
Sara, que siempre está a su lado, que siempre está sonriendo desde la dulzura, se preocupa en descifrar los secretos de la mente y en buena parte los del alma, que suelen ir de la mano. Aunque el alma, que habla poco, siempre se guarde algo para sí.
No sé cómo ni dónde se conocieron. No conozco los caminos que anduvieron antes de decidir que se querían. Nunca se lo he preguntado. Ni falta que hace. Supongo que simplemente me confirmarían que el amor espera en las esquinas más insospechadas. Los veo juntos y me sale nombrarlos juntos, como una sola cosa. Juan Carlos y Sara.
Sé de ellos por sus ojos, que suman una ternura infinita, y por los "enzamoramientos" de Juan Carlos, que bautiza a Sara con el nombre del amor y no tiene reparo en compartirlo con todos sus amigos en voz alta. Pensándola, escribiéndola. Tomándola de la mano y redescubriendo el Duero cada tarde.
Ayer los ví de la mano por Los Pelambres cuando comenzaba a ponerse el sol. Iluminaban con su alegría cada rincón del merendero donde Marta y yo compartíamos pan, compañía, deseos imposibles y el alivio de sentirnos a salvo juntas y reirnos de nosotras mismas. Y sentí de pronto las ganas de hablar de ellos, de escribir hoy mismo con la insana envidia de quien quiere escaparse a su felicidad transparente.
De traerlos a nuestra fábrica; de dedicarles este sueño, por todos los sueños que fabrican juntos y que van apilando en su corazón. De darles las gracias por el regalo que nos hacen cada día, probablemente sin enterarse.
Porque tras ellos dejan en el aire, sin darse cuenta, la luz clara, la estela limpia del amor que cura todas las heridas del mundo.
Y les veo. Y creo.
5 comentarios:
Querida fabricadora de sueños e ilusiones, ahora mismo no se que decirte. La emoción no me lo permite... Me has dejado sin palabras.
Si, lo se, soy un sentimental que se emociona fácilmente, ¿qué le voy ha hacer?
Dice Sara que te diga desde aquí lo mucho que te lo agradece. También dice que está deseando darte dos besos. Y yo añado otros dos.
No hay mejor lugar para pasear el amor que las orillas del Duero, te lo aseguro. Es el marco idóneo para pensar en voz alta, para hablar desde el corazón y compartir tus sentimientos con la persona que quieres. Este Duero que nos une, como decía Claudio, siempre será testigo de nuestra pasión.
Te queremos Ana.
Mil besos.
Alzo mi copa por ellos. Por Juan Carlos y Sara, que decidieron ser uno. Por los que son uno y miles a la vez. Por los enamorados y los enzamorados. Por los que ven y creen.
Un abrazo a todos!
Y desde tierras del Tormes, ese que se une con el Duero para llegar junto al Mar, desearos Juan Carlos y Sara que seaís muy felices. De corazón, un AZULÓN, hermano de la Cofradía Madre y Maestra de Salamanca
Hola Berrendita.
Gracias por pasarte por mi 'blog' y dejar tu comentario. Recibe un saludo cordial.
Juan Carlos, Sara: gracias a vosotros. No tengo que deciros por qué. Desde la sana envidia, os quiero.
Inmoderado: gracias a tí también. Simplemente por estar. Siempre brindo por tí.
Galongar: eres un crack. No tardes tanto en pisar la fábrica, hermano fotos.
Paco: seguiré leyéndote, tan diversificado. Es un auténtico placer.
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