Sé que te amo porque cierro los ojos y me veo en tus calles vestida de verano, rompiendo el aire, descontando los días que restan para febrero. Porque sólo con desearte desando kilómetros y venzo este frío tan de mi tierra para sentir la caricia de tu viento de Levante secándome el pelo, besando con arena y salitre mi rostro.
Sé que te amo porque cada noche rezo tu nombre como la letanía a una diosa, aquella que miraba al mar bajo mi ventana. Porque espero las madrugadas cosida a la pantalla de mi ordenador buscándome entre las butacas, en el foso del templo de ladrillos coloraos. Allí donde conocí de primera mano el revuelo de los camerinos, las gargantas rompiéndose noche tras noche, el humo que echaban los teclados que intentábamos transmitirle al mundo lo que Cádiz canta bajo la luna. Allí, en ese Falla donde descifré tu nombre por tangos, donde conocí las tripas mismas del Carnaval cuando ya lo tenía enredado en mis tripas, si la poesía y la música de Juan Carlos me condenaron en el mismo patíbulo donde una comparsa le cantaba a la luna con las manos atadas y el espíritu sobrevolando aquellos muros.
Sé que te amo porque todas mis noches desembocan en La Viña, con el mar pegando fuerte por Arricruz y la primera luz convocando a una retirada a destiempo, con la humedad de Poniente calando los huesos, la rasca de la ginebra envalentonándome el alma y el olor bravío de las aguas lamiendo mis pasos de retorno. Porque mi lengua recita tus cuartetas, porque mi voz canta siempre en todas tus voces.
Sé que te amo porque te he desvestido mil veces con la claridad primera, a la derecha el Campo del Sur, la cúpula amarilla, la dorada piedra ostionera; y más allá, a la izquierda, San Fernando, con el guiño intermitente de tu faro pidiéndome permiso para entrar en mi casa mientras yo volvía con la mochila cargada de versos y la playa se hacía arena y verdad despuntando el día.
Sé que te amo porque tu nombre está pegado a mis labios como el beso del deseo, como el nombre maldito, el veneno, el agua, la vida. Porque tus coplas llevan el tres por cuatro de mis latidos, que siempre percuten con sus nudillos sobre mi pecho, galopando sin piedad sobre mi memoria, obligándome a quererte.
Sé que te amo porque te echo tanto de menos que me dueles aunque tú eres la sonrisa del mundo. Porque no quiero que mi cántico sea un lamento, si tú eres la cuna de la alegría, la novia del mar, la Tacita donde vierten todos los sueños de esta fábrica.
Cuánto te quiero, Tacita.
(La foto es de Manué que se posa su mirada como nadie sobre todas las cosas que hay en nuestro Cádiz)
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2 comentarios:
Tu amor por Cadiz hace que me emocione cada vez que te leo. Se nota que te duele y se lo mucho que la echas de menos. Es como si la llevases siempre contigo. Y eso no te lo va a quitar nadie nunca.
¡Lo que se perdió tu Tacita de Plata el día que te marchaste y lo que hemos ganado los que te disfrutamos ahora más cerca! Disfruta en la distancia de tus Carnavales, que tu Cái (como tu dices) siempre va contigo.
Insisto, Berrendita, no hay palabras más hermosas que las que tú cantas a Cái, mi Cái, nuestro Cái.
Cái se las merece, como tú te mereces que los gaditanos te lean y te suban a ese altar de ladrillo colorao para que les leas desde ahí esas palabras mágicas que escribes sobre la Tacita.
Un abrazo,
Miguel
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