Michu anda mosqueada por ese sentimiento patrimonial gatuno que a veces se nos pega a los humanos. La llegada de una bebé gato a casa la tiene revirada. Pero al menos he descubierto, después de dos años, que Michu sabe rebufar. Tan buena es. Santa gata.
Mi princesa del Siam se siente destronada. No entiende que hace mucho tiempo ella ya es una reina que ordena y manda como le da la gana en mis cosas. Que no sabría vivir sin su presencia sigilosa por la casa, sin sus ojos como canicas escudriñando todo; sin sus lametones y sus ronroneos por la mañana, sin su calorcito sobre mi cama por las noches o sin su pasar de mí cuando le da por ir a su bola, que lo lleva en los genes.

Y aunque pasea cuando quiere por el teclado de mi ordenador, sé que nunca leerá todas estas cosas que le escribo, estas cosas que le susurro cada día como si me entendiese (porque sé que me entiende), ahora que anda mosqueada por ese sentimiento patrimonial gatuno que a veces se nos pega a los humanos.
Cuánto te quiero, Michita!!!
(Y a ti, pequeñaja, bienvenida. Siéntete princesa en este reino donde Michu brilla inmensa, como sus inmensos ojos azules, como la inmensa ternura que me produce sumar vida y tenerla cerca)
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