lunes, 4 de junio de 2012

La ciudad que emerge del agua


Tengo miedo de cerrar los ojos y no verte algún día. De desdibujarte con tanta ausencia y no encontrarte en mis sueños.

Aprendí tu geografía palmo a palmo para que nunca se me olvidase tu silueta atlántica, estas noches que apuntan al verano de azules inabarcables, el último sol naranja muriéndose tras las murallas de Santa Catalina. Las dos sílabas que aprisionaron mi alma. Cádiz.

Te dicté mil veces mi nombre en la orilla para que siempre me reconocieses al volver. Perfumé de soledad tus callejuelas y te dije adiós desde el agua, mirándote, adivinándote entre la sal y mis lágrimas, vestida de verano, erguida sobre los siglos, tan hermosa, con tu cúpula amarilla, tus torres, tus fachadas de colorines y la ropa tendida en las azoteas.

Así te abarco entera. Así te abrazo siempre. Así te sueño despierta tantos días, tantas noches. Duplicada sobre la mar, inamovible con tus callejuelas de aire, impasible frente a las levanteras y los abrazos del poniente. Bañada en luz y en lunas, ventana de la alegría.

Y ahora tengo miedo de desandar la memoria de mis pasos, de no verte un día si cierro los ojos y me olvido de tu trazado en el horizonte, de la infinita belleza de la ciudad que se muere en el agua, que resucita en el agua, que emerge del agua como un milagro tres veces milenario.

Te echo de menos, Tacita.


(La foto es de Manué, que me sigue prestando sus ojos para no dejar de verte nunca)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ana, sigo sin conocer a NADIE que escriba como tu lo haces sobre Cádiz. ¡Qué suerte tienen los zamoranos de tenerte de nuevo entre ellos y qué poco aprovechan tu impresionante talento!

Abrazos.

Chano

Crescentino dijo...

Hay que ver que bien escribes.
Hacia tiempo que no me reencontraba con tus escritos.
Disfruto con ellos.

Luis Miguel

Guarismo dijo...

'Ay, tu Cái! ¿Cómo vas a dejar de verla algún día, cómo vas a no encontrarla en tus sueños? No, no tengas miedo. Y si alguna vez ocurriera, Cái llegará de nuevo a ti al repetir tu nombre las mil veces que tú se lo dictaste en la orilla de la mar... Tu nombre lo tiene grabado en la sal y en la arena. Yo creo que se debe oír en la Caleta, en las noches de Levante. Lo comprobaré este verano.

Un abrazo, Ana.

Miguel