lunes, 24 de diciembre de 2012

Creo en Ti



Creo en Ti. Así, desnudo, tan pobre, tan pequeño. Creo en Ti y por eso te espero cada año, cada día. Pobre, al lado de los pobres. Desnudo, al lado de los desnudos. Pequeño, al lado de los pequeños.

Creo en Ti, porque sé que eres el mismo Jesús del madero y también el que anduvo en la mar. Porque sólo Tú salvas esta vida tan difícil de descifrar.

Creo en Ti porque no entendería mi mundo sin tu presencia sobre todas las cosas. Porque Tú me haces fuerte cuando necesito fuerzas. Porque me sostienes cuando no puedo levantarme. Porque caminas a mi lado y pones luz en mi camino, porque te siento cerca.

Y así quiero que sea siempre. Tan cerca. Tan dentro. Tan conmigo.

Y así te espero, y te aguardo en mi alma, porque ya llegas, porque eres la sonrisa de Dios en la tierra, tan pobre, tan desnudo sobre el heno, sin sábana. Y te reconozco y te sonrío.

Bienvenido al mundo, Dios Niño.

viernes, 21 de diciembre de 2012

El fin del mundo


A veces, cuando vivíamos juntos, te contemplaba dormido y me preguntaba (paranoias del amor) si tendría la suerte de morirme contigo. Y pedía irme yo antes, porque no soportaba la idea de que tú te acabases, prolongarte en mi vida a base de memoria y recuerdos. Que querría tenerte enfrente, que fueras lo último que viese antes de irme del todo. O morirme en tu abrazo, donde nunca podría pasarme nada.

Otras veces pensaba que el fin del mundo sería el día que me faltase verme reflejada en tus ojos, cuando sólo destilaban amor. Que mi vida podría terminarse en el mismo momento en que dejase de tenerte, de sentirte, de amarte con los cinco sentidos. Que no habría nada después de ti.

Hoy es 21 de diciembre de 2012. He sobrevivido a tu ausencia y a la vieja profecía. Sé que el mundo, mi mundo al menos, sigue girando en perfecto orden aunque tú ya no estés en él. Y me siento más fuerte, más libre.Con tantos kilómetros por devorar, tantos nuevos nombres que disfrutar, que compartir.

Y seguiré sonriéndole a la vida hasta mi último día, cuando sólo sea un soplo de aire que se pose sobre todo aquello donde he sido tan feliz, donde tanta alegría me aguarda, tanta vida por vivir.

(...y en ese instante cerraré los ojos y contemplaré por vez última la ciudad románica erigida en la piedra, mi cuna y mi sábana, y mi Cádiz llena de luz, que siempre me espera. Y seré eterna)




(La imagen, preciosa, es un atardecer en la playa de la Caleta, de Manuel Sánchez Quijano, mi amigo Manué)

jueves, 20 de diciembre de 2012

Bienvenido, pequeño Martín



La vida siempre se impone, siempre se abre paso, aunque a veces parezca que el mundo se detiene, que el corazón late por pura inercia. Pero entonces viene una alegría nueva, una alegría con nombre, Martín, tan pequeñito, tan tierno, tan rotundo anunciando la vida con sus pequeños pulmones. Martín, que anoche asomaba sus orejitas al mundo para recordarnos que esta bola donde vivimos nunca se detiene, siempre sigue girando perdida en el universo, entre las estrellas.

Lo entenderás algún día, pequeño Martín, si alguien intenta exprimirte el corazón como si fuese un limón, o si alguien intenta robarte la alegría. Pero tú no lo permitas. Te lo explicará, quizá, la propia vida, aunque nada sepas ni debas saber ahora, que duermes ajeno al revuelo que has preparado con tu llegada, a la inmensa felicidad de tenerte, de verte por fin la carita y saberte, sentirte.

Te queríamos cuando eras un garbancito creciendo en el vientre de Amparo. Te esperábamos, aunque no tan pronto, para mecer la vida entre nuestros brazos, para abrazarla, para sonreir con tu primera sonrisa, para celebrar las mil cosas pequeñas que olvidamos celebrar por el camino. Porque tú eres la vida, la prolongación de tantas cosas, tantas vivencias con tus padres; de tantos días y tantas noches aquí, en esta ciudad que se alza sobre la piedra, la que te teje la sábana; y allá, donde tantos recuerdos dejamos al pie del mar, cuando mi vida se redactaba entre la sal y el viento de levante.

Bienvenido al mundo, pequeño Martín. Y a vosotros, Amparo y Lucas, gracias por este impagable regalo de  vida. Que siempre se abre paso, que siempre se impone.

martes, 18 de diciembre de 2012

Esperanza


Tu nombre, Esperanza, es la palabra más bonita del mundo. No me faltes nunca. Nunca.


(La foto está tomada de la web de la Cofradía de la Virgen de la Esperanza de Zamora)

Amigas


Te quiero porque siempre te siento cerca. Por tu manera franca de decir las cosas, las que me gustan y las que no me gustan. Por la enorme fuerza que emana tu presencia pequeña cuando mis fuerzas flaquean y me sostienes sin apenas decir, simplemente estando.

Te quiero porque he hecho travesías del desierto contigo sin que la arena se nos pegase a los pies. Porque te he echado de menos cuando he paseado por el infierno guardándome que me quemaba por dentro. Porque prefiero seguir sumando. Porque no necesito explicarte si sabes leer mi alma entre líneas, si sabes la medida de las tiritas que cicatrizan mi alma.

Te quiero porque contigo entiendo la grandeza de la palabra 'amigas', ese tesoro que a veces puse en manos de quien no lo merecía. Porque me emociono sabiéndote, igual que me emociono ahora que te escribo, que intento ordenar estas palabras que casi siempre tengo a mano, a golpe de latidos, tan desde dentro.

Te quiero por tus silencios cuando necesito silencio. Por tus palabras cuando necesito palabras. Por tu forma de decir 'aquí estoy' sin decir. Por hacerme más ligero el peso del dolor en tiempos de dolor. Por regalarme tanta alegría en tiempos de alegría. Por la paz que siempre encuentro cuando vacío mi alma en tus manos y la engrandeces con tu lealtad sin fisuras, con esa manera tan limpia, tan pura de hacer las cosas, tan sin escondrijos, tan sin mentira. Porque eres, porque estás.

Te quiero, sobre todo, porque no entendería mi vida sin el paisaje de tu mirada, sin esa luz que a veces ilumina mis pasos cuando no sé muy bien a dónde ir; sin la generosidad de tu sonrisa, sin tu presencia en tantas cosas, en tantos momentos, en la práctica totalidad de lo que llevo a las espaldas, lo bueno y lo malo, que pesa menos en tu abrazo, caminando contigo.

Feliz cumpleaños, Marigel. Amiga mía. Que sigamos compartiendo, celebrando, viviendo.

Hoy, siempre, brindo contigo.



(Para Marigel, que vino al mundo en el Día de la Esperanza, un 18 de diciembre como hoy. Por tanto. Por todo)
(La foto la hizo mi hermano Rafael, celebrando con nosotras)

lunes, 10 de diciembre de 2012

Estadio Azteca



Casi como una nana, mecida en tu abrazo. Agarrándote, dándote mi vida. Los ojos cerrados, tu corazón latiendo junto a mi mejilla. El refugio de tu cuello, aquellos ojos oscuros donde siempre brillaba el sol contra la madrugada. Tu voz grave acariciando mi alma, cálida como una manta sobre el invierno. Sobre todos los inviernos. Una canción susurrada al oído que ahora le dicta esta soledad mía al viento.

Hubiese jugado contigo todos los partidos de mi vida en el Estadio Azteca.

martes, 4 de diciembre de 2012

Cantamos, Guti. Cantamos.


Podría ser esta una carta de amor de esas que pides en la radio, que sería de siete palabras, no más, no las últimas de Cristo, para que supieras que es la mía: 'Cásate con yo, y vivimos en palacio'. Pero hace siglos que el amor se nos quedó pequeño, que vivimos en un palacio de muros tan invisibles como sólidos, edificado sobre tantas cosas, tanta gente nuestra, tanta alegría, tantas lágrimas, tanto de todo; en la felicidad de sabernos, de estar siempre ahí, de abrazarnos, de ser contigo. Guti. Mi hermano. Mi amigo.

Llegó diciembre, este diciembre tan distinto, tan desnudo de tantas cosas. Y vino cantando. O rezando, si es lo mismo.Y trajiste la alegría hasta nuestras puertas, y aún tan quebrado nos abrigaste por dentro. La alegría de celebrar con vino, de brindar al cielo donde siempre brilla una estrella para nosotros, tan cierta, tan amorosa. La alegría de resucitar tu alegría, de sentirte tan de todos, tan mágico.

Te conocí y te reconocí en cada segundo, en cada instante, desde que comienzan a desenmarañarse los cordeles blancos que trenzan mil canciones hasta que se apagan las luces y el cántico y las sombras cesan y son la memoria de tu nuevo prodigio. Tanto trabajo, tanto empeño, tanto talento. En el aire, el poso de tu mano, la magia de todo lo que tocas. En la emoción del instante, las nanas meciendo cunas de sueños eternos y flores; los cantos de arar y espadar; las cintas de seda que ondearán sobre nuevos febreros; el ramito de laurel; ese número nueve, esa calle arribita; las seguiriyas que siempre van por el aire; el fandango alosnero, las alegrías de mi Rinconcito, donde habita para siempre la mitad sur de mi corazón. La dulzura del amor, el suave susurro de la madre, el eco desgarrado de las ausencias, la solemnidad del rezo a la luz de un farol de pajar, las voces de los mozos de ronda bajo los balcones.

El cántico, el rezo, por los cuatro puntos cardinales que nos dibujan, que nos vertebran de norte a sur, de este a oeste. La riqueza de nuestras lenguas, el verso universal de la música, sin esas fronteras ni esos complejos que sólo dibujan sobre el mapa los hombres. Y tus latidos, las sonajas de tu alma esparciéndose, siempre tan generoso. Cantamos. Rezamos. Contigo.

Y tú ahí, fuerte, en pie, a pesar de los vientos que agitan el árbol de lo cotidiano, creciendo en el escenario, tras las bambalinas, inmenso, con el alma puesta en cada voz, en cada gesto, ofreciéndote entero ante tantos corazones desnudos, tantos brazos en cruz esperando abrazarte, besarte, cantar, rezar contigo.

Caminar contigo, siempre cerca, siempre juntos. Con tus matinales besos y tus cuentos, tu sonrisa inabarcable y esa voz que siempre cura las heridas de mi alma; con los charros que algún día bailaremos en la mochila y los secretos que nos guarda Valorio, y la orilla del Duero, y el camino a La Hiniesta, y las aguas oscuras de Sanabria, y tantos días y tantas noches, tanta vida contigo. Todo el amor que nos ata hasta el fin de los días. Mi amigo. Mi hermano.

Cantamos, Guti. Cantamos. Y rezamos, que es lo mismo.

(Te quiero)


(La foto, maravillosa, es de Jesús Arranz)