martes, 19 de junio de 2012

Antes de que caiga el telón

(Para Elvira Fdez de Barrio)                                     



Cierro los ojos y te veo así, sonriendo, con la mirada casi transparente y azul. Recitando con voz grave pero dulce, gesticulando entre bambalinas, enseñando a los niños a convertirse en árboles sobre el teatrillo de la Delegación de Cultura.

Sonriendo. Fuerte siempre en la apariencia frágil de tus maneras, en la suavidad de tus formas, en tu andar por la vida, de clase en clase, de escenario en escenario. Tú y tus niños. Esos que ya pasan de los cuarenta, que son artistas, maestros, amigos: Barreiro, Carpintero, Ricardo, Kely…y ese orgullo por la prosa de Juan Manuel, que defendías con uñas y dientes desde el pupitre del Amor de Dios hasta la gloria del Planeta.

Te veo defendiendo con una espada con nombre de leyenda, Tizona, un lugar para el teatro. Los otros niños que buscaron otros caminos. Luis Fer, Javier, Álvaro, Ana. Los nervios de los estrenos, el orgullo de los certámenes regionales para esos no profesionales que se defienden como profesionales cuando suben a las tablas.

Cierro los ojos y te veo así, tras el telón. Lejos de los despachos, de la política. Fiel a tus ideas, pero tolerante y plural. Amiga de todos. Trabajando por todos. Abrazando a esta ciudad tan herida. Haciendo más cómoda, más limpia, la camisa de lo público. Ojalá hubiese más como tú.

Cierro los ojos y te veo cerca, sonriendo, al pie de mi cama en el hospital. Tú casi sin fuerzas, ya con la herida dentro, y Asun siempre tan al lado, tan  contigo. Yo sin poder moverme. Y tu sonrisa iluminando aquella habitación. Y tu sonrisa de febrero allí, en el mirador de la calle Santa y Clara, Tati abajo, cuando las Águedas te mandamos un beso en forma de coplillas y pandereta y la garganta rota de emoción, de vida. 

Cierro los ojos y te veo, como los cerraré siempre para guardarme tu sonrisa cerca. Tu mirada azul y transparente antes de que se haga lo oscuro y caiga el telón. Y no sé si mañana, o pasado, o un día de estos, el calor humano será objeto de estudio, fenómeno de crisis sin riesgos. Pero sé que desde esta mañana Zamora es un poco más triste, bastante más pobre.

Un beso, Elvira.

lunes, 4 de junio de 2012

La ciudad que emerge del agua


Tengo miedo de cerrar los ojos y no verte algún día. De desdibujarte con tanta ausencia y no encontrarte en mis sueños.

Aprendí tu geografía palmo a palmo para que nunca se me olvidase tu silueta atlántica, estas noches que apuntan al verano de azules inabarcables, el último sol naranja muriéndose tras las murallas de Santa Catalina. Las dos sílabas que aprisionaron mi alma. Cádiz.

Te dicté mil veces mi nombre en la orilla para que siempre me reconocieses al volver. Perfumé de soledad tus callejuelas y te dije adiós desde el agua, mirándote, adivinándote entre la sal y mis lágrimas, vestida de verano, erguida sobre los siglos, tan hermosa, con tu cúpula amarilla, tus torres, tus fachadas de colorines y la ropa tendida en las azoteas.

Así te abarco entera. Así te abrazo siempre. Así te sueño despierta tantos días, tantas noches. Duplicada sobre la mar, inamovible con tus callejuelas de aire, impasible frente a las levanteras y los abrazos del poniente. Bañada en luz y en lunas, ventana de la alegría.

Y ahora tengo miedo de desandar la memoria de mis pasos, de no verte un día si cierro los ojos y me olvido de tu trazado en el horizonte, de la infinita belleza de la ciudad que se muere en el agua, que resucita en el agua, que emerge del agua como un milagro tres veces milenario.

Te echo de menos, Tacita.


(La foto es de Manué, que me sigue prestando sus ojos para no dejar de verte nunca)