lunes, 21 de mayo de 2012

Escribe, escribe, escribe...

A veces me pregunto para qué quiero una fábrica de sueños que no fabrica sueños. Una fábrica sin sueños con los cimientos en el aire, tan incierto. En noches así, sin apenas palabras, sin apenas ganas de escribir, sin ganas de soñar ni de poner a fabricar sueños al mundo, mi mundo pequeño, que cabe en los diez dedos de mis dos manos. Sólo aquí.

Noches así, en que sólo me rompe el silencio mis ganas de no decir nada; este silencio denso de una noche mojada sin tormentas; noches así en que sólo me rompe la soledad la mirada transparente, las canicas azules de mi siamesita, que anda por aquí a su bola, se va y siempre regresa. Como la misma vida, que nos acerca y nos separa, que nos cose, nos rompe, nos recompone y nos vuelve a quebrar. Como las aguas atlánticas que un día mojaron mis pies. Como las ráfagas del viento que mecen a su capricho el cereal manso. Como las olas breves que arriban a tierra, lamen la arena y regresan a la inmensidad del océano.

Noches así, de luna esquiva, en las que pesa el tiempo como si lo llevásemos todo sobre la espalda. Noches sin tiempo. Como si fuesen de plomo las pestañas y torpes los dedos que teclean, que no saben a dónde van, qué quieren. Como si fuese imposible poner en marcha una fábrica de sueños con óxido en sus entrañas, tan enquistada en su inactividad.

Entonces abro la puerta, entro sin echar el pestillo y dejo que llueva en la calle. Y me digo: escribe, escribe, escribe...

lunes, 7 de mayo de 2012

Gracias por tanto, Rosa

Dos baúles. Seis trajes de mujer de Carbajales y otros seis de hombre. Ese era todo el patrimonio que tenía Rosa cuando, al morir Franco, el grupo Doña Urraca dejaba de estar adscrito a Educación y Descanso y se quedaba en un limbo incierto en el que el futuro parecía un imposible. Pero pudieron más el coraje y las ganas, el tesón y la tremenda energía de Rosa, que supo aglutinar en torno a ella un grupo humano maravilloso en los tiempos más difíciles y se dejó la piel en su supervivencia.

Después llegó el milagro: de la mano de Luis Cebrián y Luis Cid, el grupo quedaba adscrito a la Diputación. Surge así la Escuela de Baile Doña Urraca. La primera escuela de baile tradicional de Zamora, por la que pasaron cientos de cachorros que después buscaron su propio hueco en el mundo de la música tradicional. Pero todo empezaba allí, en aquel árbol que iba extendiendo sus ramas, grande y generoso como la propia Rosa, tan recia y tan tierna.

Tuve la suerte de vivir y convivir con los Urracos, herederos de aquel grupo en el que Manolo Alonso o mi tío Eduardo cantaban el Bolero de Algodre para el mundo, que se deslumbraba con los bordados carbajalinos, los puños dobles de las camisas, la lana de colores, la cinta de seda. Aquellas cenas de Santa Chechi en el España. Aquellas tardes en el Chillón. Maribel y Mariángeles. La vieja postal en la pérgola del Castillo con Jesús Sesma hecho un chavalín. Aquellos baúles de mimbre, aquellos ensayos mil veces ensayados: "Cuidado con las filas, brazos arriba". Aquella disciplina que era también cariño multiplicado para cada polluelo. Las lágrimas por Rafa, tan guapo, tan pronto. Los increíbles ojos azules de Susana. Los recreos de instituto con Fernando, Amparo, Marta, Juanchi, José Luis, Ángel. Carolina, Eduardo, César,Rubén, Guti, los Iglesias, Miki, Alfredo,hechos casi unos bebés. Amistades y amores para siempre que también son parte de mi vida.

Aquella primera dulzaina de Merce. La voz poderosa de Fer. Los cientos de cafeses con Rosa en la Diputación, aquellas llamadas para desfogarse: "Ana, ¿sabes qué me ha hecho este cabrón?" Así, sin alharacas. Como la gaseosa, que pega el zambombazo y luego va quedándose en agua de borrajas. Genio, figura. Energía pura. Tanto trabajo, tanta energía. Tan al pan, pan y al vino, vino. Tan tremenda, Rosa, en estado puro. Tan sin pelos en la lengua, tan leona para sus cachorros.

Bajé a despedirla. A rezarle el padrenuestro hacia adentro y dejar un beso para que lo sintiese allá arriba. Porque creo; porque sé que hay otra vida en la luz. A darle las gracias por todo; por tanto. Porque esta tierra zamorana siempre estará en deuda con el inmenso legado que deja, ese milagro que multiplicó aquellos doce trajes de Carbajales por centenares de manteos y rodaos, mandiles, pañuelos franceses; en mildes de kilómetros, de música, de amistad, de alegría.

Zamora, su historia y su cultura, siempre estará en deuda con Rosa, porque ella fue el único hilo conductor de nuestros bailes tradicionales en los años del olvido. Después todo se diversificó y cada cual encontró su forma de mostrar la riqueza, el tesoro que guarda Zamora escondido en la faltriquera de su historia. Pero todo ello tuvo un principio, un alma, un latido, un nombre: Rosa do Barros. Tan grande. Tan auténtica.

Esta fue su vida, este su empeño, este el fruto. Y su anhelada Europeade, la que vistió de colores, idiomas y sueños la ciudad dormida. Esa Europeade a la que me quiso llevar mil veces y mil veces tuve que decir que no por trabajo. O la gabacha prometida, aquella que nunca llegó a hacerme por esta puñetera pereza mía de no ir a tomarme siquiera las medidas.

Rosa se ha ido tejiendo medias para sus niños, para esos 'hijos' que aprendieron a formarse como hombres y mujeres a su lado. Los mismos que estamparon sus nombres y sus firmas en la última carta, en los cientos de besos que ya nunca se llevará el aire. Bien sabía ella que después de Rosa, nadie. Nadie, al menos, con tanto amor. Que nadie podrá multiplicar su tiempo en organizar, dirigir, coser, disciplinar y querer como ella.

Hoy, siempre, la familia Urraca guardará una ausencia imposible de llenar. Pero ella, tan previsora, ha dejado bien atado el futuro, para que no se nos olvide que hubo una mujer impagable que sostuvo en sus hombros el peso de todo el saber tradicional. Ahí el reto, Miguel Ángel. Con la cabeza muy alta. Y los brazos arriba, y las filas impecables. Esta es su memoria.

Descansa un poquito, Rosa. Te lo has ganado. Y enséñales allá arriba las jotas, los brincaos, los agarraos y las culadas. Y que te quieran, te cuiden y te honren como nosotros aquí abajo.

(Merce, Fernando, os abrazo)

(La fotografía del grupo, muy mala y mangada de internet, es la de la Doña Urraca eterna en mi vida; la imagen de Rosa se la tomo prestada a Fernando de su Facebook)